martes, 14 de mayo de 2019

77 SUNSET STRIP - BAR ORO NEGRO



Fue una serie de detectives de Warner Bros que emitió TVE durante la primera mitad de los 60s. Los actores principales eran Efren Zimbalist Jr, Ed Byrnes y Roger Smith, que, por cierto, dejó la interpretación e ingresó en la lista de managers de esposa-actriz (Ann Margret), que –para quien la ejerce– es una de las ocupaciones más gratificantes que se pueden encontrar.

La pegadiza música de cabecera, compuesta por dos especialistas, Mack David y Jerry Livingston, es el motivo de esta entrada.


En mi recuerdo, la música está ligada a un grupo de estudiantes, unos de ingeniería y de química, otros y al Bar y Club de Ajedrez Oro Negro de Barcelona, situado en el chaflán Diputación-Aribau (lados mar-llobregat). Los estudiantes de ambas ramas no se conocían entre sí, jugaban por separado a dominó, pero el juego los relacionó. Después de las primeras clases de la mañana, de 8 a 12, los aprendices de ingeniero nos saltábamos –a veces– las clases de 12 a 14 y bajábamos de la Zona Universitaria, en Pedralbes, mientras los aprendices de química salían de la Universidad Central, en Plaza Universidad. Al poco tiempo ya compartíamos dos o tres mesas de juego. Jugábamos por parejas y si no había mesa disponible o éramos demasiados jugadores, pero insuficientes para completar una mesa, la pareja perdedora cedía su sitio a otros dos jugadores, sorteados a la ficha más alta. Lo hacíamos así para que nadie se quedara sin jugar.
Izq: entrada por C/Diputación. Centro: barra y ventana que daba al chaflán. 
A la derecha estaba la entrada principal. El local ocupaba medio 
chaflán, el que daba a Diputación. Al fondo del local, unos escalones daban 
a un altillo en el que estaba el wc (en un estado lamentable en esa época)
y el apartado dedicado a las mesas de ajedrez. No había televisión.

La relación con la serie de TV se daba cuando en una partida se producía un empate a siete. No recuerdo de quién partió la idea, pero fue captada inmediatamente por los demás, así que cada vez que ocurría, los cuatro que jugábamos en ese momento golpeábamos acompasadamente con los dedos de ambas manos el mármol de la mesa y tarareábamos la musiquilla del “seven and seven, Sunset Strip”, mientras el coro de espectadores, si lo había, acompañaba. Era espontáneo, divertido y nadie se sintió molesto, por tratarse de algo esporádico, nada escandaloso y de brevísima duración. Con el tiempo, llegamos a jugar con algunos de los parroquianos habituales del local. Así, alguna mesa podía estar compuesta por un jubilado, estudiantes o habituales del Oro Negro, que aprovechaban un rato libre para tomarse algo y jugar al dominó o a la butifarra.


Ahora, que con el próximo 15 de Mayo llego a mi propio “Seven and Seven” –aunque no sea en el Sunset Strip– la memoria se detiene en aquellos compañeros: José Palacio, Just Arús, Blasco, Paco Claramonte, Antoni Poveda, J.C.Perdiguero, Jordi Satué… En clientes habituales: el señor Giné, que posiblemente tuviera entonces los 77 o más, un profesor de la Escuela de Arquitectura, Demetrio, abogado y periodista, que cubrió la Marcha Verde y la entrega del Sáhara y regresó irreconocible... Los dueños del Oro Negro, el Sr. Tomás y la Sra. Pepita, su hija, Asunción, el camarero, Miguel, los jugadores de butifarra, Recasens (el Reca), Llopis, dueño de la tienda de confección de Muntaner-Gran Vía, jugadores de ajedrez conocidos, como Soria, que jugaba con los aficionados más experimentados, no sé si por dinero o por la consumición. Esporádicamente aparecía el hijo de Tomás y Pepita con un espectacular coche deportivo y su esposa, una deslumbrante rubia de aspecto nórdico.



Los estudiantes nos jugábamos cinco duros por partida, que entonces era mucho, sobre todo teniendo en cuenta nuestras posibilidades. Como referencia, un periódico costaba dos pesetas y una entrada de cine de estreno, entre quince y veinticinco, más o menos. Se pagaba en el acto y era ocasional dejar a deber algo, que, de todas formas, siempre se devolvía rápidamente. Los fines de semana no aparecíamos por el local, excepto cuando había partida  de alto nivel, con cuatro jugadores fijos, los sábados por la noche. Las partidas ya eran de diez duros, así que perder la rueda -cambio de pareja en cada una de las tres partidas- suponía un descalabro económico. Descalabro bastante probable porque dos de los jugadores eran fijos, Claramonte y Blasco, que tenían un nivel superior a cualquiera de los demás.

Pasados algunos años, el dominó quedó arrinconado y el bar se convirtió más bien en un lugar de encuentro. Allí se gestó un Campeonato de tenis entre algunos del grupo, que se jugaba en las pistas de Can Guitart Vell, en Cervelló, que terminó como el Rosario de la Aurora por un exceso de soberbia y tontería por mi parte, aunque Blasco tampoco se quedó corto. Tardé años en darme cuenta de que me había comportado como un verdadero imbécil aunque tuviera parte de razón.

También allí conocí a los actores que protagonizaron mi primer cortometraje en formato Super-8: uno era el doble de Joan Manuel Serrat y el otro, cuyo nombre lamento no recordar,, un actor de fotonovelas. Curiosamente, hasta no ver las pruebas, no me di cuenta de que yo también había incurrido en un error que pasa hasta en las mejores familias (Estudios): papeles cambiados.
Rodando en el Turó del Putxet. Filmó Martí Montserrat, 
un compañero de trabajo de mi hermana Rosario en Publivisión.
Yo estoy a su lado y en un banco están los dos actores. 
La foto la hizo y la reveló José Palacio -amigo desde el 
Parvulario del Col.legi Sant Miquel-, con un material rudimentario
En fin, volviendo al principio, termino el trabajo golpeando la mesa –que no es de mármol- con los dedos de ambas manos juntos, tarareo el seven and seven sunset strip.







viernes, 7 de diciembre de 2018

GROUCHO MARX Y EL SÍNDROME DR JECKILL-MR HYDE TENÍSTICO


Ruth y Groucho Marx sentados sobre sus raquetas. Era la postura favorita de Groucho. 
40 años después, sin conocer el precedente, yo también lo hacía durante alguna pausa

Tenistas Aficionados y Profesionales:
GROUCHO y RUTH MARX,
su hijo ARTHUR, CHARLES CHAPLIN,
FRED PERRY y ELLSWORTH VINES

Este síndrome no consta en ningún catálogo de síndromes y no es probable que llegue a estar, pero existe. Afecta por igual a ambos sexos, así que los Doctores o Doctoras Jeckyll, personas habitualmente afables, cuando entran en una pista de tenis, sea para jugar un partido amistoso o uno de campeonato, se transforman en Mr. o Mrs. Hyde cuando las cosas no van como ellas quieren, mostrándose incorrectas, desagradables y poco deportivas. No importa si los adversarios son familiares, amigos o desconocidos.

¿Resultan frecuentes este tipo de comportamientos en otros ámbitos? Naturalmente; es extensible a cualquier deporte, juego, profesión o circunstancia que se preste a que produzca el cambio. Si lo he centrado en el tenis es porque se trata de la actividad en que he tenido más oportunidades de verlo o sufrirlo y porque en cierta medida le afectaba a Groucho Marx. Como es natural, todos conocemos casos y es bastante probable que alguna persona lectora de este trabajo lo padezca en cierta medida, sin saberlo… o reconocerlo.

Aunque en algunos casos se intuya que una persona lo padece, aunque esté aletargado, siempre supone una sorpresa ver como una persona Jeckill, educada, simpática e incluso divertida, se convierte en una persona Hyde sarcástica, maleducada o, en sus casos más graves, faltona, repelente e incluso agresiva. Cuando el hecho se produce demasiadas veces se acaba evitándola porque se sabe que cuando las cosas no vayan a su gusto, la previsible transformación va a conducir a una situación incómoda.

No era, ni de lejos, el caso de Groucho en ninguno de los apartados tenísticos posibles: a) como jugador en una pista de tenis y b) como espectador en un partido de tenis de su hijo Arthur, un adolescente que ya destacaba entre los jugadores de su edad y que apuntaba condiciones para llegar lejos.


GROUCHO Y RUTH
Groucho Marx y su primera esposa, Ruth Johnson, eran casos benignos y nada agresivos del Síndrome, pero cuando eran espectadores de los partidos de campeonato de su hijo Arthur, podían convertirse en un incordio para directivos y árbitros e incluso para el más interesado en jugar concentrado y tranquilo, su propio hijo. Groucho, consciente del problema, terminó por no asistir, como más tarde también haría Ruth, dado que su caso era menos benigno, aunque no perdiera la compostura.
Ruth y Arthur durante una visita a la Paramoun
 
Ruth, con buenos entrenadores, hizo grandes progresos y llegó a jugar mejor que él, pero casi siempre perdía en los enfrentamientos directos porque la desconcentraba y llegaba a crisparla. Lo peor era que se llevaban el partido a casa y durante la comida o la cena, las discusiones y las burlas del ganador, casi siempre Groucho, se hacían interminables porque Ruth tampoco se quedaba atrás en las réplicas, provocando el aburrimiento de sus hijos, que no podían comprender como dos personas mayores, sensatas y afables, con un nivel de tenis para ellos muy bajo, podían tomarse tan en serio el juego, hasta el extremo de enfadarse. No era algo de lo Arthur y su hermana Miriam debieran extrañarse, es algo habitual cuando los padres practican un deporte como el tenis, lo hacen con frecuencia e incluso participan en campeonatos de tipo social: el tenis se convierte en un tema de conversación, de crítica, de cotilleo o de discusión, sea en familia o con amistades. Se desayuna, se come y se cena, tenis.
El tenis todavía no era un motivo de polémica entre los padres. 
En la segunda foto, Groucho entrenando a la familia...
Los padres (no profesionales de tenis) suelen ser malos entrenadores

LAS COSAS DE GROUCHO 
Sabía perfectamente cuando debía regresar a su habitual estado Jeckyll sin necesidad de que nadie se lo hiciera notar; pero eso no quita para que a veces –en su faceta de jugador– convirtiera lo que debía ser un partido entretenido en una charlotada. Todos acababan riendo, pero no habían jugado un partido de tenis sino a un sucedáneo. Como suele ocurrir entre los aficionados que se toman el partido en serio, cualquiera que sea su nivel de juego, disputar un partido medio en broma, medio en serio, no les seduce; de forma que Groucho no era el tipo de jugador que se busca para jugar con él.

Fue el típico jugador que gana pocos partidos individuales –y de dobles, por bueno que fuera su compañero–, de forma que su mejor recurso para intentar ganar consistía en descentrar a sus rivales para hacerles cometer errores; fuera por medio de bromas, comentarios o cualquier argucia que sirviera para hacer perder la concentración a su rival –lo que se conoce en el argot tenístico como, “sacarle del partido”– y forzarle a cometer errores. Su mejor golpe era el «drive», que él denominaba el tiro de hierro, por la velocidad con que salía la pelota, pero que sólo era efectivo cuando la pelota le venía en condiciones para poder aplicarlo o –esto era lo más difícil– estaba concentrado en lo que tenía que hacer. En cuanto a resultados estaba entre los peores jugadores del club y su propio hijo lo consideraba el más malo, aunque tampoco es probable que fuera así.

Cuando Arthur tenía 14 años, él y un compañero de su edad jugaban un set contra su padre y Ellworth Vines o Fred Perry, que les ganaban. En esa época, los dos jugadores ya se habían hecho profesionales, después de ganar varios torneos del Grand Slam en simples y dobles y la Copa Davis, y eran propietarios del Beverly Hills Tennis Club. El tenis amateur les podía seguir dando mucha gloria –especialmente a Perry, nº 1 del ranking– pero muy poco dinero y se sabían con talento y condiciones sobradas para hacer realidad sus proyectos. Harpo Marx, precisamente, aconsejó a Perry que se hiciera profesional: 

Harpo: Fred, la gloria no da para comer. 
Fred Perry hizo caso de Harpo: se hizo profesional, 
estuvo en activo varios años y en 1952, tras varios años de estudio 
y preparación, lanzó su propia línea de ropa deportiva. 
La imágen corresponde a la publicidad de principios de los 60s.

Conforme fueron pasando los meses, el tanteo se fue haciendo más apretado hasta que, ya con 16 años, Vines y su padre perdieron. «No os hagáis ilusiones –le dijo su padre-, mañana jugaré con Perry y ganaremos». Jugaron, volvió a perder y en ese momento Groucho pensó que si teniendo de compañeros a los dos mejores jugadores profesionales del mundo no era capaz de ganar a dos jovencitos, es que verdaderamente era muy malo. En realidad, era una consideración poco realista, fruto de un momento de desmoralización. Groucho podría haber seguido jugando –y a buen seguro, divirtiéndose– con compañeros de su mismo o parecido nivel y tomándose los partidos con mayor seriedad. Arthur y su amigo ya eran dos buenos jugadores, en continua progresión y con los suficientes recursos para limitar las intervenciones de Perry o de Vines, que, por otra parte, evitaban apoderarse del juego y arrinconar a Groucho, a fin de que, mejor o peor, jugara y no se sintiera relegado.

Hay buen ejemplo de cómo Groucho podía quitarle seriedad a un partido, con premeditación y alevosía: el Desafío Inglaterra-USA, con Charles Chaplin-Fred Perry y Groucho-Elsworth Vines, respectivamente, celebrado en 1937. Un partido en el que era consciente de que no podía ganar porque Chaplin era mucho más seguro que él y mejor competidor. En Youtube se pueden encontrar documentales del acontecimiento, con la cara de enfado reprimido de Chaplin y de circunstancias de Perry y Vines, conscientes de que estando Groucho en la pista el partido iba a acabar como el rosario de la aurora. Así fue, aunque todos acabaran entrando en la broma que, por otra parte, hizo disfrutar al numeroso público y a los periodistas de prensa, cine y emisoras de radio que siguieron el espectáculo.
Groucho Marx, Charles Chaplin, Ellsworth Vines y Fred Perry
En los partidos en los que la pareja está formada por un jugador profesional y un aficionado, si éste es una persona consciente de sus limitaciones, sin intentar hacer más de lo que puede, pero, eso sí, seguro en aquello que sabe hacer, el profesional juega de forma que su pareja pueda sentirse a gusto, aprovechando sus virtudes y protegiéndole en sus puntos débiles. Así, su aportación al juego del aficionado puede ser muy positiva, aunque a veces su falta de técnica le haga cometer errores. Charles Chaplin, se adaptaba perfectamente a este tipo de partidos porque no intentaba hacer más de lo que podía, pero en lo que sabía hacer, no fallaba. Solía ganar porque se tomaba el tenis muy en serio… y se las ingeniaba para ir siempre con el mejor de los dos profesionales. 

Este tipo de partidos siempre ha sido algo habitual en cualquier club. A este respecto, recuerdo unos partidos que se jugaban en la segunda década de los 70s en el Club de Tennis Gran Vía (luego, L´Hospitalet). Los mejores partidos, con gran diferencia, eran aquellos en los que intervenían Carlos Arranz-Bravo (de un fair-play ejemplar) y un entrenador del club, Jaume (no recuerdo el apellido), contra los dos mejores jugadores del Club, uno de los cuales, Josep Mª Monsó, llegaría a ser campeón de España de veteranos años más tarde. Carlos Arranz, jugaba muy bien este tipo de desafíos, tenía la gran virtud de ver, por la manera de preparar el golpe del contrario, a donde iba a ir la pelota y se anticipaba, voleando con decisión. Eran partidos muy entretenidos, emocionantes y con jugadas espectaculares.

ARTHUR
Como tantos padres –dentro de sus posibilidades–, en cualquier época y punto del globo que escojamos, Groucho se gastaba mucho dinero en los entrenamientos de Arthur. Sin embargo, sus resultados dejaban bastante que desear y empezó a cansarse de perder tantas horas, de sus propios momentos de descanso o de diversión, en desplazamientos para acompañar a su hijo, sin que los resultados, ni su entrega fueran los adecuados a semejante sacrificio. Sabía que su hijo tenía condiciones y estaba dispuesto a apoyarlo cuanto hiciera falta. Perry y Vines le habían confirmado que Arthur tenía condiciones para llegar lejos, así que le dio un ultimátum: o cambiaba de actitud o se acababa el tenis. Arthur tomó nota y se aplicó el cuento. En pocas semanas se notó el cambio y en unos meses dejó de perder con rivales inferiores e incluso a ganar a algunos de los teóricamente superiores, acortando con rapidez la distancia entre él y los mejores del ranking de juveniles y, posteriormente de Juniors. 

Las visitas de Arthur a los estudios eran frecuentes. 
Rodaje de Duck soap, (Sopa de ganso), 1931, Paramount
En 1939 ya estaba en el equipo junior de Copa Davis junto a Bob Falkenburg, Jack Kramer y Budge Patti, todos ellos futuros ganadores de Wimbledon o Forest Hills. En Marzo de 1940 ganó el Hillcrest Tournament a Willis Anderson en la final, por 6/2, 6/3, 6/2, tras eliminar a destacados jugadores de la época. Con 20 años se inscribió en el Torneo de Cincinnati de 1940, un campeonato equivalente en importancia a lo que hoy supone un Master1000. Jugó la final de individuales con Bobby Riggs, ganador meses antes del último torneo de Wimbledon disputado antes de la SGM y nº 1 del ranking. El resultado del partido lo dice todo: 11-9, 6-2, 4-6, 6-8 y 6-1 a favor de Riggs, al cabo de cuatro horas y media de partido. Groucho podía sentirse orgulloso de su hijo. Sin embargo, en Diciembre de 1941 aviones japoneses bombardearon la base aeronaval de Pearl Harbour y con la entrada de su país en la SGM, su trayectoria deportiva quedó interrumpida de golpe. 

Al término de la guerra, cuatro años después, recuperar el tiempo perdido exigía un esfuerzo y una dedicación que Arthur no estaba seguro de poder hacer. Lo intentó. De hecho, jugó diversos  torneos, pero cuando en el Pacific Southwest Tournament de 1946 perdió en segunda ronda con Gardnar Mulloy por 6/4, 6/2, un jugador al que ganaba antes de la guerra y que en ese momento tenía 36 años, once años más que él, vio con claridad que el tiempo no había pasado en balde. De todas formas, perder con Mulloy no debió ser el motivo principal porque dos años más tarde disputó la semifinal de Wimbledon perdiendo con el que sería campeón, Bob Falkenburg y diez años más tarde ganó la final de dobles de Wimbledon formando pareja con Budge Patty a los grandes favoritos, Lew Hoad y Neale Fraser. Como apunte final, Mulloy falleció a los 102 años...
1948, Falkenburg y Mulloy en la semifinal de Wimbledon. 
Bob era hermano de la barcelonesa Eugenia (Jinx) Falkenburg,
 modelo,actriz y periodista
En mi opinión, el principal motivo debió ser el hecho de que su edad le obligaba a trabajar para depender de sí mismo y, si pretendía hacerse profesional, debía ser con una dedicación total y no parecía probable que a pesar del esfuerzo pudiera situarse a un nivel parecido al de los mejores. Consciente de que su momento había pasado pero también de que sus intereses ya iban en otra dirección, decidió dar por concluida su etapa como tenista y dar comienzo a la de escritor, su verdadera vocación.
Arthur Marx a principios de los 90s
Entre sus obras, en diversos géneros, dos biografías, 
su padre y el productor Samuel Goldwyn

sábado, 6 de octubre de 2018

REGRESO A "MARTA Y JORGE"


EDITORIAL ATLÁNTIDA, Buenos Aires. Edición nº 20 del libro, en 1947 (1ª en 1927).
Autor: CONSTANCIO C. VIGIL (Uruguay, 1876; Argentina, 1954). 
Dibujos: FEDERICO RIBAS (Vigo, 1890, Madrid, 1952). 

Hay libros que, como en una antigua clasificación de películas, son para todos los públicos. Marta y Jorge es un buen ejemplo. Me lo trajeron los Reyes Magos en 1948. Acababa de publicarse la edición nº 20 y mi madre, nada más ver el libro y hojear sus páginas, supo que era el adecuado y le pasó el recado al paje de los Reyes para que me lo trajeran. Como tenía cinco años y pico ya leía con soltura. Al tratarse de narraciones y descripciones cortas, generalmente de una página, era fácil de leer, de entender... y de quedar atrapado en la lectura, casi apresurándome en ella como si me fueran a quitar el libro sin poder terminarlo.

Los maravillosos dibujos de Federico Ribas eran no sólo un complemento perfecto sino imprescindible para hacer que el atractivo visual fuera absoluto. Me "entró por los ojos" nada más verlo y supuso la entrada en un mundo en gran parte desconocido. Ribas nació en Bouzas (Vigo) en 1890 y falleció en Madrid en 1952, pocos años después de regresar a España desde Argentina, a donde se exilió en 1937 porque estaba en territorio ocupado por los golpistas y su vida corría serio peligro. Trabajó para las principales revistas de su época como dibujante, ilustrador y publicista, en España , Argentina, Francia y Estados Unidos.

Marta y Jorge es uno de esos libros absolutamente maravillosos que debieran ser continuamente reeditados para que todas las generaciones pudieran disfrutar de él. Sin embargo, me da la impresión de que no solamente no es así sino que ha caído en el olvido, al menos en España.
No creo que en Argentina, país de adopción de Constancio C. Vigil, haya sucedido lo mismo por la especial sensibilidad que han mostrado siempre hacia este tipo de literatura y a la frecuente reedición de la obra a lo largo de los años, con unas tiradas que llegaron a los 110.000 ejemplares en la edición que me dejaron los Reyes.

Vigil empezó su actividad literaria en Uruguay, en donde fundó con 16 años el periódico El Derecho y con 19, la revista La Alborada, pero tras la clausura de uno de sus periódicos por motivos políticos decidió exiliarse a Argentina, en donde no tuvo trabas para desarrollar su labor, ya de una forma totalmente profesional y, en muchos aspectos, innovadora. Entre las diversas publicaciones que creó destacan las revistas Germinal, Pulgarcito y Mundo Argentino y fundó la Editorial Atlántida, que en pocos años se convirtió en un referente en el mundo editorial. Simultaneaba su trabajo como periodista y editor con la literatura de creación, con numerosos libros publicados, muchos de ellos para el público infantil, aunque, como demuestra Marta y Jorge, los lectores podían ser de muchas edades y de cualquier época: lo que se suele denominar, un libro sin tiempo, que es un fiel reflejo de la curiosidad por cuanto veía y el afán de aprender del escritor.
 
"... Soy la poesía de la pampa y el refugio de los pájaros; soy quien amansa los vientos y los soles en esta llanura inmensa... 
¡No sirvo para nada, y enseño a ser valiente y esforzado al aguantarme aferrado a la tierra, bajo huracanes que arrancan de raiz a los más altos eucaliptos! ...
¡No sirvo para nada, y la gente pasa las horas calurosas gozando de la frescura de mi sombra... debajo de mí los niños crecen sanos, las mozas están contentas y todos se sienten buenos y hospitalarios! ..."



ENTRE LAS PÁGINAS DE "MARTA Y JORGE"
Algunos libros encierran pequeños tesoros de carácter sentimental, que poco o nada tienen que ver con su contenido, pero que en cierta medida dan idea del valor del libro para quien los guarda entre sus páginas. Se convierten en lugares seguros y de fácil localización -siempre están a mano- para recuperar cuanto se ha ido guardando y que se ha pretendido preservar de miradas indiscretas. No siempre es así, algo secreto; pueden ser fruto de un deseo puntual y apresurado de guardarlo y que, pasados unos días, puede olvidarse que se dejó; de ahí que cuando se encuentra casi casualmente muchos años después, la sorpresa sea mayúscula. Es posible que entre las páginas de algunos libros, mis hermanos, ya en sus casas, descubrieran pequeños recuerdos suyos o míos.

A pesar de que Juan, Rosario y yo teníamos nuestros propios tebeos, libros y revistas, todo era compartido por los tres porque nuestra avidez lectora y nuestra curiosidad abarcaban un amplio espectro de gustos e intereses. Incluidos los libros o revistas que leía nuestra madre, porque nuestro padre era lector de periódicos -que también leíamos- pero no de libros. Cuando pasábamos los veranos en casa de nuestros abuelos maternos en Almoines (Valencia) o, más tarde, tras la jubilación de mi abuelo, en el pueblo natal de mi madre, Jumilla (Murcia), al que regresaron para vivir sus últimos años, leíamos los que tenían ellos. También, ocasionalmente, cuando íbamos a comer a la casa de nuestro tío Rafael -hermano de mi abuela materna-, secretario entonces del Ayuntamiento de Jumilla, escritor y poeta. En Segorbe, sin embargo, yo era muy pequeño y mi nivel no daba más que para cuentos, tebeos, titulares de periódicos y pies de foto. El resumen de lo encontrado es:

1. Recortables dibujados por Enriqueta Bombón, Barcelona, 1925-1999, dibujante, portadista e ilustradora de numerosas revistas y libros, en algunos casos, de colecciones completas. Fue una de las primeras mujeres en dedicarse profesionalmente a la ilustración desde los años 40s. La cartulina completa se puede ver en Internet, pero los que se conservan entre las páginas del libro son algunos de los recortables que he escaneado para esta ocasión, con las figuras de "Nenuca" y "Antonín" y diversos vestidos.
 
2. Recortables dibujados y coloreados por mi hermana, a los ocho o nueve años, con el mismo detalle que los hechos por dibujantes profesionales y que ya eran un claro indicio de sus condiciones para el dibujo y, más tarde, para la pintura, fuera al óleo o las ceras, sin abandonar el dibujo. Por otra parte, su buen estilo al diseñar los vestidos y complementos para las modelos de papel, le permitió ya en edad adulta hacer sus propios modelos o rehacer otros que necesitaban un buen retoque. Era una actividad esporádica, para la propia familia.




3. Dos pequeños cromos -3,8 x 5,5 cms- del Álbum Gallina Blanca, serie 73, dedicada a las Cavas Canals & Nubiola. En el dorso aparecen los detalles de la colección y la dirección de Gallina Blanca, Pº General Mola 91. Tfno: 282349, para que quienes lo deseen puedan adquirir los cromos que les falten.



4. Un papel secante de Pelikan tinta estilográfica, tamaño tarjeta postal, con restos de tinta en el dorso y algún que otro dibujo, porque cualquier sitio era bueno para garabatear algo.

5. Un cartoncillo con la imagen de San José Oriol en la portada, con el rótulo de Cruz Roja Española, y en el dorso, un texto con indicaciones de servicios y teléfonos útiles. La figura del Santo estaba siluetada y pespunteada para que se pudiera separar sin romper del resto para formar un díptico en forma de escalera. Costaba una peseta, para ayuda a la obra de la Cruz Roja. Como en Internet se puede encontrar la portada, pongo el dorso, con las indicaciones de servicios y teléfonos en Barcelona y el precio.



Para terminar, unos párrafos de la primera narración:

"Me llaman Marta y Jorge porque el hombre que me escribió tenía dos hijos con estos mismos nombres. Los tenía... Ya no los tiene...
No están más en la tierra; no puede decirles a ellos estas cosas, y habla para vosotros
En cada niño ve a Jorge; en cada niña ve a Marta.
¡Es la única forma en que puede consolarse de su pena!
... Es un hombre ya viejo que desea más que todo, que vosotros seáis felices.
... Trabaja todos los días, trabajó siempre...
Cuanto más viejo es, más se convence de que la alegría consiste en en trabajar en lo agradable y en cumplir cada uno su deber.
No ha conocido a ningún malo dichoso; a ningún holgazán sano y alegre.
Vosotros tampoco los conoceréis..."


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