Fue una serie de detectives de
Warner Bros que emitió TVE durante la primera mitad de los 60s. Los actores
principales eran Efren Zimbalist Jr, Ed Byrnes y Roger Smith, que, por cierto,
dejó la interpretación e ingresó en la lista de managers de esposa-actriz (Ann
Margret), que –para quien la ejerce– es una de las ocupaciones más
gratificantes que se pueden encontrar.
La pegadiza música de cabecera,
compuesta por dos especialistas, Mack David y Jerry Livingston, es el motivo de
esta entrada.
En mi recuerdo, la música está
ligada a un grupo de estudiantes, unos de ingeniería y de química, otros y al Bar y Club de
Ajedrez Oro Negro de Barcelona, situado en el chaflán Diputación-Aribau (lados mar-llobregat). Los estudiantes de ambas ramas no se conocían
entre sí, jugaban por separado a dominó, pero el juego los relacionó. Después de las primeras clases
de la mañana, de 8 a 12, los aprendices de ingeniero nos saltábamos –a veces– las clases de 12 a 14 y
bajábamos de la Zona Universitaria, en Pedralbes, mientras los aprendices de química salían
de la Universidad Central, en Plaza Universidad. Al poco tiempo ya compartíamos
dos o tres mesas de juego. Jugábamos por parejas y si no había mesa disponible
o éramos demasiados jugadores, pero insuficientes para completar una mesa, la
pareja perdedora cedía su sitio a otros dos jugadores, sorteados a la ficha más
alta. Lo hacíamos así para que nadie se quedara sin jugar.
La relación con la serie de TV se
daba cuando en una partida se producía un empate a siete. No recuerdo de quién
partió la idea, pero fue captada inmediatamente por los demás, así que cada vez
que ocurría, los cuatro que jugábamos en ese momento golpeábamos acompasadamente
con los dedos de ambas manos el mármol de la mesa y tarareábamos la musiquilla
del “seven and seven, Sunset Strip”,
mientras el coro de espectadores, si lo había, acompañaba. Era espontáneo,
divertido y nadie se sintió molesto, por tratarse de algo esporádico, nada
escandaloso y de brevísima duración. Con el tiempo, llegamos a jugar con
algunos de los parroquianos habituales del local. Así, alguna mesa podía
estar compuesta por un jubilado, estudiantes o habituales del Oro Negro, que aprovechaban un rato
libre para tomarse algo y jugar al dominó o a la butifarra.
Ahora, que con el próximo 15 de Mayo
llego a mi propio “Seven and Seven” –aunque no sea en el Sunset Strip– la
memoria se detiene en aquellos compañeros: José Palacio, Just Arús, Blasco,
Paco Claramonte, Antoni Poveda, J.C.Perdiguero, Jordi Satué… En clientes habituales: el señor Giné, que posiblemente
tuviera entonces los 77 o más, un profesor de la Escuela de Arquitectura, Demetrio, abogado y periodista, que cubrió la Marcha Verde y la entrega del Sáhara y regresó irreconocible... Los dueños del Oro Negro, el Sr. Tomás y la Sra.
Pepita, su hija, Asunción, el camarero, Miguel, los jugadores de butifarra, Recasens (el
Reca), Llopis, dueño de la tienda de confección de Muntaner-Gran Vía, jugadores
de ajedrez conocidos, como Soria, que jugaba con los aficionados más
experimentados, no sé si por dinero o por la consumición. Esporádicamente aparecía el hijo de Tomás y Pepita con un espectacular coche deportivo y su esposa, una deslumbrante rubia de aspecto nórdico.
Los estudiantes nos jugábamos
cinco duros por partida, que entonces era mucho, sobre todo teniendo en cuenta
nuestras posibilidades. Como referencia, un periódico costaba dos pesetas y una
entrada de cine de estreno, entre quince y veinticinco, más o menos. Se pagaba
en el acto y era ocasional dejar a deber algo, que, de todas formas, siempre se
devolvía rápidamente. Los fines de semana no aparecíamos por el local, excepto cuando había partida de alto nivel, con cuatro jugadores fijos, los sábados por la noche. Las partidas ya eran de diez duros, así que perder la rueda -cambio de pareja en cada una de las tres partidas- suponía un descalabro económico. Descalabro bastante probable porque dos de los jugadores eran fijos, Claramonte y Blasco, que tenían un nivel superior a cualquiera de los demás.
Pasados algunos años, el dominó quedó arrinconado y el bar se convirtió más bien en un lugar de encuentro. Allí se gestó un Campeonato de tenis entre algunos del grupo, que se jugaba en las pistas de Can Guitart Vell, en Cervelló, que terminó como el Rosario de la Aurora por un exceso de soberbia y tontería por mi parte, aunque Blasco tampoco se quedó corto. Tardé años en darme cuenta de que me había comportado como un verdadero imbécil aunque tuviera parte de razón.
También allí conocí a los actores que protagonizaron mi primer cortometraje en formato Super-8: uno era el doble de Joan Manuel Serrat y el otro, cuyo nombre lamento no recordar,, un actor de fotonovelas. Curiosamente, hasta no ver las pruebas, no me di cuenta de que yo también había incurrido en un error que pasa hasta en las mejores familias (Estudios): papeles cambiados.
En fin, volviendo al principio,
termino el trabajo golpeando la mesa –que no es de mármol- con los dedos de ambas manos
juntos, tarareo el seven and seven sunset strip.Pasados algunos años, el dominó quedó arrinconado y el bar se convirtió más bien en un lugar de encuentro. Allí se gestó un Campeonato de tenis entre algunos del grupo, que se jugaba en las pistas de Can Guitart Vell, en Cervelló, que terminó como el Rosario de la Aurora por un exceso de soberbia y tontería por mi parte, aunque Blasco tampoco se quedó corto. Tardé años en darme cuenta de que me había comportado como un verdadero imbécil aunque tuviera parte de razón.
También allí conocí a los actores que protagonizaron mi primer cortometraje en formato Super-8: uno era el doble de Joan Manuel Serrat y el otro, cuyo nombre lamento no recordar,, un actor de fotonovelas. Curiosamente, hasta no ver las pruebas, no me di cuenta de que yo también había incurrido en un error que pasa hasta en las mejores familias (Estudios): papeles cambiados.
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