sábado, 18 de agosto de 2012

"El color del maldito cristal" era una de las secciones de Bola de Set, la revista del Club de Tennis L'Hospitalet en cuya confección nos alternábamos Josep Mª Blanch, Xavier Gusi y yo, según la actualidad o el interés del tema que se quisiera plantear. Siempre había una propuesta más interesante que las otras y era la que se escogía, aunque en ocasiones mandaba la disponibilidad de tiempo de que dispusiera su autor para desarrollarla. Lo mismo podía tratarse de una pequeña encuesta sobre un determinado tema o suceso polémico, como un artículo de opinión acerca de la diferente manera de hacer las cosas o de valorar las hechas, según fuese el color del cristal con el que se mirase.

La sección la abrió con el primer número Xavier Gusi, con un artículo dedicado al formato del Campeonato Social de Tenis y se invitó a dar su opinión a los nº 1 del club en aquellos momentos, Josep Mª Monsó e Isabel Delafuente. 

Fue un buen ejemplo de como se pueden interpretar las cosas según quien las mire y el acierto de plantear la sección en la revista para que todo el mundo pudiera exponer su punto de vista sin ningún tipo de trabas. También, de como se puede discrepar y poner "a caer de un burro" al contrario (en este caso los propios redactores de la revista) sin perder las formas y con un buen uso del sentido del humor. Monsó se despachó a gusto y lo cierto es que estuvo contundente y divertido, aunque su punto de vista fue precisamente el que había provocado que la Junta acometiera la reforma del formato para evitar incongruencias y privilegios.

En el siguiente número y por alusiones le repliqué con otro artículo, en el que reconozco que llené la pluma a partes casi iguales de tinta y de veneno, pero es que su mordacidad fue una fuente de inspiración para la mía. 

Los artículos de Xavier Gusi, Isabel Delafuente, Josep Mª Monsó y mío creo que son un buen ejemplo de como se pueden exponer puntos de vista distintos, de forma clara y contundente, con rigor no exento de ironía y de forma tal que la persona ajena a la polémica puede hacerse una idea bastante clara del tema en cuestión y sacar sus propias conclusiones.


Ni que decir tiene, que la relación entre todos siguió siendo excelente y las discrepancias continuaron, pero la sangre nunca llegó al río simplemente porque nunca hubo. Todos teníamos claro que eramos directivos (antiguos o en activo) aficionados, que hacíamos nuestra tarea de manera altruista y lo mejor que podíamos, dentro de la disponibilidad de tiempo que nos dejaba el trabajo, la familia... y los poderes fácticos y los auténticos, o sea, los del "ordeno y mando" de toda la vida, aunque la mano ejecutora de la orden estuviera envuelta en guante de seda.

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