viernes, 21 de septiembre de 2012

A propósito de lo que dices, Xavi, que está de acuerdo con lo que escribiste en su momento, los diferentes puntos de vista reflejaban la diferencia abismal que existe entre las personas que piensan exclusivamente en sus intereses personales y les importan un bledo los de los demás (la mayoría) y aquellas otras que tienen en cuenta los derechos de todos, incluidas las "vacas sagradas", a las que en modo alguno se trata de marginar sino sólo de suprimirles el "derecho de pernada".

Recuerdo algunas circunstancias que me pasaron con el sistema de Monsó y compañía:

a) El "sorteo" del cuadro solía estar amañado. A mí, siempre me tocaba en primera ronda uno de los mejores jugadores, que me ganaba sin despeinarse y sumaba puntos por pasar ronda. Yo nunca tenía opción de seguir en el cuadro principal y puntuar si el rival que me tocaba en un verdadero sorteo estaba a mi alcance.

b) Un año me tocó jugar contra el nº2 en aquellos momentos y resultó que como su victoria era segura, ya había jugado con su siguiente rival. Como la jugada no me sentó muy bien que digamos, se disculpó y me ofreció jugar el partido. Acepté las disculpas y jugamos un domingo por la tarde. Para que el partido tuviera interés para los dos, según él, me sugirió darme una ventaja de +30 en cada juego. Me negué y a partir de ahí no me esforcé lo más mínimo para darle juego y que no se aburriera. 

c) En el primer campeonato de dobles del social que jugué nos tocó (iba con Ramón Sort, hijo), unos rivales superiores a nosotros en experiencia  y compenetración, pero no en calidad, sobre todo por parte de Ramón, ya con 17 años y en plena progresión. Teníamos ciertas opciones de ganar si ellos no estaban finos y nosotros jugábamos de acuerdo con nuestro nivel. 

Estuvieron irreconocibles: inseguros, fallones, entregando bolas a media pista... Cuando estaban en la red dejaban unos pasillos tan exagerados que yo no me atrevía a intentar pasarlos porque pensaba que los dejaban a propósito para que "picara". Cuando al cabo de un rato, perplejo, se lo comenté a Ramón, me lo explicó: "No quieren ganar porque a los que ganen en segunda ronda les tocan los mejores y ya no podrán pasar a consolación".

A partir de aquel momento les pagamos con la misma moneda y el partido se convirtió en una charlotada que terminamos perdiendo.

Contra este tipo de triquiñuelas, falta de respeto a los contrarios e inmoralidades diversas luchamos, dentro de nuestras posibilidades. A quienes se beneficiaban de ellas
les sentó como un tiro; de ahí la dureza injustificada del artículo de Monsó.

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