MIRADAS
QUE MATAN, ELECTROCUTAN, DELATAN, CONMUEVEN, ENGRESCAN, EMOCIONAN...
Hace unos días
y a raíz de un escrito/comentario hecho por mi amigo Eugenio Guardiola y un par
de casualidades que nos afectaban me vinieron al recuerdo dos cosas, primero el
título de este escrito suyo publicado el 18 de noviembre de 2012 y segundo, que
curiosamente este año 2016 y tal vez, por estas fechas se cumplían treinta y
tres años de una mirada como las que él mismo titula.
Si analizo o
hago un simple ejercicio de memoria, cuando se creó la revista Bola de Set, la
sección "El Color del maldito cristal" tenía que amparar hechos o
acontecimientos bajo la responsabilidad del autor y a su vez, la réplica de
quien se pudiera sentir aludido o que difiriera del original expuesto. En
diversas ocasiones he comentado que tanto el primer escrito que se hizo como la
réplica a éste, para mi, fueron espectaculares incluida una tercera por alusión.
A pesar de los años transcurridos sigo recordándolo y de vez en cuando, los leo
y disfruto con los párrafos de ambos contertulios; pero bueno, cambio el chip
porque de lo contrario, empiezo a extenderme en cuestiones y casos que tampoco
quiero que afecten a mi historia y, sin embargo debo hacerlo para que se
entienda que si alguien se puede sentir aludido, por este mismo medio pueda
decir con toda libertad su opinión al respecto, como no puede ser de otra
manera.
Retomando el
hilo a lo que indicaba en el primer párrafo, nos centramos entre el verano y el
otoño de aquel 1.983, en ese período de tiempo repartía las 24 horas del día en
siete para el trabajo, cinco a dormir y el resto (12 horas) al futbol, tenis,
petanca, dominó, algo del buen comer y mejor beber procurando, por supuesto, no
perder el orden establecido.
Pues
bien, como iba diciendo se organizó un Campeonato de Petanca en el que los
equipos lo formaban tres personas, lo que se suele denominar
"tripleta" y el organizador del campeonato sino era Eugenio Guardiola
seguro que debía ser el coorganizador. Leídas las bases, ni cortos ni perezosos,
nos apuntamos para formar la tripleta los tres más jóvenes de todas las
tripletas (una chica y dos chicos con veintipocos años) menos idea en la petanca
de la que os podáis imaginar, algo de las cuatro reglas mínimas y por supuesto,
después de comprarnos las bolas y el estuche junto con la gamuza que todo buen
jugador debe llevar en la mano contraria a la que tira la bola. Por lo que se
refiere al nombre de los otros dos componentes no voy a ponerlos, aunque me
consta que al menos uno de ellos, existen serias probabilidades que lea esto y,
por supuesto si quiere añadir o comentar alguna cosa, como es lógico está en su
perfecto derecho como he dicho con anterioridad y por supuesto con permiso de
E. G.
Se
inició el Campeonato y fuimos pasando rondas o eliminatorias, unas veces por
casualidad y otras por suerte y quizá en alguna que otra, con cierta pericia
que fuimos cogiendo en base a la propia experiencia de ir jugando, creo también
que en alguna partida alguien pecó con algo de soberbia al vernos jóvenes y
casualmente perdieron por la vía rápida. Sea por lo que sea, nos presentamos en
la final y qué casualidad, en esa final estaba Eugenio Guardiola y si no
recuerdo mal, su tripleta la formaba él y dos compañeras aunque, debo confesar
que tengo dudas con uno/una de los componentes.
Se jugó un
domingo al mediodía entre las doce y las trece horas y, curiosamente nos
pusimos con cierta facilidad por delante, aunque nos llegaron a remontar y
nosotros a su vez, en busca del magnífico punto 18 que nos daba la victoria. Después
de diversas jugadas llegamos al 17, aunque no recuerdo qué puntuación tenía en
ese momento la tripleta de Eugenio, lo que si recuerdo era que nosotros
teníamos el punto ganador y todo dependía que él consiguiera con sus bolas (2)
quitar la nuestra y evitar que ganáramos el Campeonato, para los no entendidos
os diré que el segundo punto es evidente que lo tenían ellos, por eso dependía
lanzar y sacar nuestra bola.
Os rogaría imaginéis o lo intentéis ver a
Eugenio con el máximo de concentración para lanzar su bola y estamparla contra
la nuestra, tenía una manera de colocarse muy característica. Su posición
consistía o se parecía a la de un tirador de esgrima (técnicamente se les llama
así) y donde llevaría el florete a media alzada estaba la bola, la mirada fija,
silencio, concentración, equilibrio perfecto de la mano sujetando la bola y
justo cuando va a lanzar, me cruzo enfrente de él a unos cinco o seis metros;
pero en la perspectiva justa del boliche, bola del punto, bola de lanzamiento,
su mano y Eugenio que, se paralizó, se reincorporó y.... ME MIRÓ y ahí, justo
ahí es donde se identifica plenamente con el título de este escrito.
Juro que pedí
disculpas, juro que lo hice involuntariamente, juro que me desplacé para ver
mejor su jugada y juro que, sinceramente me sentí fatal después de la acción;
pero lo hice y esa mirada fulminadora, a día de hoy todavía la recuerdo, aunque
con los años espero y creo que me ha perdonado aunque no se si es muy buena
idea que hoy se lo recuerde.
A pesar que
después tuvo todo el tiempo del mundo para volver a concentrarse, lanzó las dos
bolas sin ni siquiera rozar la que precisaba. Había perdido el Campeonato y
nosotros lo habíamos ganado, el cruce se había producido, la mirada permaneció
en el aire durante mucho tiempo.
Fue el
principio de una gran amistad.....
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